lunes, 28 de marzo de 2011

Entre Reliquias Humildes



Cuarenta años de historia tiene este mercado, indica don Washington Toapanta, hoy presidente de los comerciantes. En la Plaza Arenas se percibe el olor de libros añejos, de revistas de los años 70, de discos de acetato, de televisores blanco y negro, de zapatos y ropa para todos los gustos. 237 locales se asientan ahí. Existen aproximadamente 600 trabajadores y trabajadoras con sus hijos, unos 120 niños, quienes juegan en una pequeña cancha o terminan sus tareas escolares en medio de la bullaranga de la oferta.


Entre 800 y 1.000 clientes visitan a diario el lugar en busca de artículos cotidianos, excéntricos o de segunda mano. Un pequeño tornillo, un álgebra de Baldor, una revista que ya no circula (Kalimán, Memín Pingüín, Arandú), una plancha a carbón, una escultura o una máquina de escribir. Incluso lámparas petromax, que hoy las fabrican a gas.



Don Washington Toapanta acepta que hay una que otra persona que, como en todo lado, vende cosas robadas. “Pero ahora la mayoría exigimos título de propiedad para comprar algo”, asegura. Algunos letreros confirman lo que dice, aunque eso no se repita en todos los locales.



En la herrería Abdón Esparza, junto con su amigo inseparable Francisco Morales, sostiene una varilla esperando a que sea golpeada  por la fuerza descomunal de un tipo  que tiene en sus manos un  pesado combo de 18 libras. Ese hombre -que puede destrozar lo que sea- es un anciano de unos 80 años.
















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