jueves, 28 de marzo de 2013

‘El Maestro’ que esculpió la lápida de Velasco Ibarra

Fernando Rivera afirma que su obra más importante es la escultura de 2,20 metros de la imagen de JJ, en Santo Domingo de los Tsáchilas.


Luego de recorrer varios parques, plazas y camposantos observamos que existe una serie de placas recordatorias talladas en mármol, con el más fino y delicado acabado. Nadie se fija, a veces ocurre que, ante nuestros ojos, se esconde el verdadero sentido que plasma un tallador en una obra de arte.
En la historia de la humanidad los mármoles han tenido inmensos usos, perdurados en el tiempo y recibidos reconocimientos por su resistencia, mantenimiento y forma de dejarse trabajar. En la actualidad se ha intensificado su uso en servicios fúnebres (bóvedas, lápidas y placas conmemorativas).
El Centro Histórico guarda en sus edificaciones un sinnúmero de memorias: La Calle de las Siete Cruces, las iglesias más representativas de Latinoamérica, las calles más estrechas del país y los primeros cementerios. Uno de los más antiguos es el cementerio de San Diego, que guarda la mayor cantidad de piezas esculpidas en mármol.
El sector de San Diego es un barrio del que provienen las más famosas leyendas. Por su valor artístico fue declarado en 1972 Patrimonio de la Humanidad. Aquí se puede visitar tumbas de personajes, artistas, héroes de la gesta libertadora, expresidentes, entre estas la de José María Velasco Ibarra y de su esposa Corina Parral.
Turistas acuden al lugar para apreciar la arquitectura variada de los mausoleos, algunos con centenas de años. Destaca la arquitectura gótica y de la edad media. En estos detalles están las lápidas talladas por hábiles escultores. Uno de los más antiguos es Fernando Rivera, creador de los más singulares tallados. Él se inició en esta actividad a los 15 años de edad; el oficio se lo enseñó un tío, quien amaba el arte de realizar figuras en mármol. En 1960 se instaló frente al cementerio de San Diego, desde ahí ha elaborado esculturas de todo tipo, entre estas la última lápida del expresidente Velasco Ibarra, cuya fecha no recuerda. Su taller, cargado de polvo blanco, tiene en sus paredes verdaderas reliquias, zapatos de bebés, un radio de antaño que todavía sirve para animar al artista en sus momentos de inspiración. Ahí se encuentra el área de exhibición en medio de taladros, brocas, tornillos, sierras para cortar los materiales y la terapia que es un instrumento para el grabado.
El maestro”, como lo llaman sus amigos del barrio, tiene impreso en su memoria el arte de modelar, tallar y esculpir con el material escogido, representando en bulto figuras de personas, animales u otros objetos de la naturaleza, sin obviar cualquier asunto o composición que conciba su ingenio.
Este hábil artesano se ha especializado en el tallado de mármol y, en la actualidad, se especializa en lápidas, figuras de interior y exterior; y en general, en todo lo que su imaginación pueda poner de manifiesto. Convierte en realidad los sueños más recónditos; tiene el placer de generar ideas y elaborar bocetos con la única ayuda de un cincel que recorre una hoja, dejando rastro para convertirse en el más grande de los artesanos.
A sus 74 años, con dificultad recuerda cuántas esculturas han sido fabricadas por sus manos. “La más importante que recuerdo es una escultura que hice de 2 metros con veinte centímetros con la imagen de Julio Jaramillo que está ubicada en la Plaza Principal de Santo Domingo de los Tsáchilas”.   
Además, placas que están en varias plazas y parques de la ciudad de Quito.  Sus obras han recorrido todo el país. Cuenta que hizo bustos de Eloy Alfaro para varias provincias.
Aunque su formación no es académica, él se considera a sí mismo un autodidacta emprendedor, “donde lo más importante es trabajar al máximo y descubrir inquietudes nuevas, buscando el equilibrio para expresar mejor el sentimiento”. Reconoce haberse apoyado en gente sencilla, amigos y maestros. Luego de varios años de una amplia dedicación, sus manos cansadas no dejan de dar forma a frases e imágenes religiosas que predominan en la Capital. Ahora se centró en el arte de las lápidas y del arte funerario en general. En esta nueva plataforma tiene clientes que llegaron a contarle sus historias de vida, antes de hacer una lápida para sus tumbas. También recuerda de las muertes de políticos, escritores y personajes famosos de nuestra historia nacional. Rememora anécdotas de aquellos que en vida no fueron conocidos, pero que debido a las causas de su muerte o cómo fueron enterrados, se hicieron populares y se convirtieron en figuras de adoración o, simplemente, en buenos clientes. Fernando Rivera recalca que este ya no es negocio por el costo que representa una pieza esculpida en mármol, pero que el amor a sus figuras lo ha llevado a mantenerse en este oficio.
Todos los artesanos reconocen la poca demanda de las obras. El factor determinante es la competencia; sin embargo, la calidad artística y la costumbre religiosa permiten la estabilidad de los artesanos, aseguró Rivera.
Los artesanos dicen que el 30% de sus trabajos corresponde a nichos para el cementerio de San Diego u otros camposantos quiteños; el restante 70%, a pedidos de provincias.
Los registros del cementerio de San Diego cuentan un total de 45 mil nichos, sin planes a la vista para construir más y con un nuevo reglamento que prioriza lápidas uniformes. Fuera del camposanto existen  60 artesanos de San Diego y La Victoria que aseguran enfrentar una “situación difícil”.
El artesano Agustín Cabrera dice que intentan conformar una asociación de trabajadores. El objetivo es tener un gremio sólido, para que nos den trabajo porque el cementerio ya no es como antes cuando las personas mandaban a hacer las lápidas a su gusto”. dijo Cabrera.
Al margen de esta polémica, lo singular de estos trabajadores es el recurrir a figuras religiosas y textos bíblicos para esculpir las lápidas y tumbas, con las que creyentes cristianos dan la despedida final a sus seres queridos.
Los artesanos empuñan sus instrumentos de trabajo para esculpir sobre mármol, cruces, ángeles y los textos bíblicos a los que se acogen las iglesias católicas y evangélicas sobre promesas de vida eterna.