Fernando
Rivera afirma que su obra más importante es la escultura de 2,20
metros de la imagen de JJ, en Santo Domingo de los Tsáchilas.
Luego
de recorrer varios parques, plazas y camposantos observamos que
existe una serie de placas recordatorias talladas en mármol, con el
más fino y delicado acabado. Nadie se fija, a veces ocurre que, ante
nuestros ojos, se esconde el verdadero sentido que plasma un tallador
en una obra de arte.
En
la historia de la humanidad los mármoles han tenido inmensos usos,
perdurados en el tiempo y recibidos reconocimientos por su
resistencia, mantenimiento y forma de dejarse trabajar. En la
actualidad se ha intensificado su uso en servicios fúnebres
(bóvedas, lápidas y placas conmemorativas).
El
Centro Histórico guarda en sus edificaciones un sinnúmero de
memorias: La Calle de las Siete Cruces, las iglesias más
representativas de Latinoamérica, las calles más estrechas del país
y los primeros cementerios. Uno de los más antiguos es el cementerio
de San Diego, que guarda la mayor cantidad de piezas esculpidas en
mármol.
El
sector de San Diego es un barrio del que provienen las más famosas
leyendas. Por su valor artístico fue declarado en 1972 Patrimonio de
la Humanidad. Aquí se puede visitar tumbas de personajes, artistas,
héroes de la gesta libertadora, expresidentes, entre estas la de
José María Velasco Ibarra y de su esposa Corina Parral.
Turistas
acuden al lugar para apreciar la arquitectura variada de los
mausoleos, algunos con centenas de años. Destaca la arquitectura
gótica y de la edad media. En
estos detalles están las lápidas talladas por hábiles escultores.
Uno de los más antiguos es Fernando Rivera, creador de los más
singulares tallados. Él se inició en esta actividad a los 15 años
de edad; el oficio se lo enseñó un tío, quien amaba el arte de
realizar figuras en mármol. En
1960 se instaló frente al cementerio de San Diego, desde ahí ha
elaborado esculturas de todo tipo, entre estas la última lápida del
expresidente Velasco Ibarra, cuya fecha no recuerda. Su
taller, cargado de polvo blanco, tiene en sus paredes verdaderas
reliquias, zapatos de bebés, un radio de antaño que todavía sirve
para animar al artista en sus momentos de inspiración. Ahí
se encuentra el área de exhibición en medio de taladros, brocas,
tornillos, sierras para cortar los materiales y la terapia que es un
instrumento para el grabado.
“El
maestro”, como lo llaman sus amigos del barrio, tiene impreso en su
memoria el arte de modelar, tallar y esculpir con el material
escogido, representando en bulto figuras de personas, animales u
otros objetos de la naturaleza, sin obviar cualquier asunto o
composición que conciba su ingenio.
Este
hábil artesano se ha especializado en el tallado de mármol y, en la
actualidad, se especializa en lápidas, figuras de interior y
exterior; y en general, en todo lo que su imaginación pueda poner de
manifiesto. Convierte en realidad los sueños más recónditos; tiene
el placer de generar ideas y elaborar bocetos con la única ayuda de
un cincel que recorre una hoja, dejando rastro para convertirse en el
más grande de los artesanos.
A
sus 74 años, con dificultad recuerda cuántas esculturas han sido
fabricadas por sus manos. “La más importante que recuerdo es una
escultura que hice de 2 metros con veinte centímetros con la imagen
de Julio Jaramillo que está ubicada en la Plaza Principal de Santo
Domingo de los Tsáchilas”.
Además,
placas que están en varias plazas y parques de la ciudad de
Quito. Sus obras han recorrido todo el país. Cuenta que
hizo bustos de Eloy Alfaro para varias provincias.
Aunque
su formación no es académica, él se considera a sí mismo un
autodidacta emprendedor, “donde lo más importante es trabajar al
máximo y descubrir inquietudes nuevas, buscando el equilibrio para
expresar mejor el sentimiento”. Reconoce
haberse apoyado en gente sencilla, amigos y maestros. Luego de varios
años de una amplia dedicación, sus manos cansadas no dejan de dar
forma a frases e imágenes religiosas que predominan en la Capital. Ahora
se centró en el arte de las lápidas y del arte funerario en
general. En esta nueva plataforma tiene clientes que llegaron a
contarle sus historias de vida, antes de hacer una lápida para sus
tumbas. También recuerda de las muertes de políticos, escritores y
personajes famosos de nuestra historia nacional. Rememora anécdotas
de aquellos que en vida no fueron conocidos, pero que debido a las
causas de su muerte o cómo fueron enterrados, se hicieron populares
y se convirtieron en figuras de adoración o, simplemente, en buenos
clientes. Fernando
Rivera recalca que este ya no es negocio por el costo que representa
una pieza esculpida en mármol, pero que el amor a sus figuras lo ha
llevado a mantenerse en este oficio.
Todos
los artesanos reconocen la poca demanda de las obras. El factor
determinante es la competencia; sin embargo, la calidad artística y
la costumbre religiosa permiten la estabilidad de los artesanos,
aseguró Rivera.
Los
artesanos dicen que el 30% de sus trabajos corresponde a nichos para
el cementerio de San Diego u otros camposantos quiteños; el restante
70%, a pedidos de provincias.
Los
registros del cementerio de San Diego cuentan un total de 45 mil
nichos, sin planes a la vista para construir más y con un nuevo
reglamento que prioriza lápidas uniformes. Fuera del camposanto
existen 60 artesanos de San Diego y La Victoria que aseguran
enfrentar una “situación difícil”.
El
artesano Agustín Cabrera dice que intentan conformar una asociación
de trabajadores. “El
objetivo es tener un gremio sólido, para que nos den trabajo porque
el cementerio ya no es como antes cuando las personas mandaban a
hacer las lápidas a su gusto”. dijo Cabrera.
Al
margen de esta polémica, lo singular de estos trabajadores es el
recurrir a figuras religiosas y textos bíblicos para esculpir las
lápidas y tumbas, con las que creyentes cristianos dan la despedida
final a sus seres queridos.
Los
artesanos empuñan sus instrumentos de trabajo para esculpir sobre
mármol, cruces, ángeles y los textos bíblicos a los que se acogen
las iglesias católicas y evangélicas sobre promesas de vida eterna.